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Palabras Con Alas

My Spanish ~ by Isabella Corona

Mi español se encuentra en los tequeños. 

Los tequeños los hace mi papá. 

La masa, hecha a mano.

Una combinación de harina, sal, y mantequilla, lista para consolarte en sus rollitos de grasa.

A la masa, le ponen presión.

A la masa le empujan para que quede plana. 

La estiran. 

La cortan en tiras largas. Tiras del ancho de una pulgada. 

Al final, las tiras, largas y flacas, más pequeñas y gruesas, se enrollan. 

La misma tira se superpone encima ella misma, para envolver un bloque de queso blanco.

Se enfrían, y se guardan, listos para freír.

Mi español se encuentra en estos tequeños. 

Las fiestas del fin de año, de cumpleaños, del Día de los Padres, de “es sábado entonces invita gente”, no son completas sin tequeños. 

Los pasan deslizando como una culebra entre la familia adoptiva que los venezolanos forman cuando corren de su país. 

Mis tíos, primos, abuelos todos siguen en el español que mis padres tuvieron que dejar atrás, mientras yo crezco con gente sin una gota de sangre Corona o Gonzalez.

Gente con el mismo español que se encuentra en los pedacitos de tequeños que terminan envueltos en servilletas

Tirados en una mesa, borrachos con el calor de la sala de mi casa. 


La música que se encuentra los viernes de tequeños siempre empieza con Juan Luis Guerra o Carlos Vives despertando ese espíritu enrollado en el cuerpo de un latino. 

Todo el mundo baila. 

Si bailas bien, 

Te la pasas saltando de pie a pie, disfrutando el ritmo, y parando solo cuando no te gusta la canción. 

Si bailas mal,

Te enseñan.

Los días de semana en donde te fue mal en el trabajo, llegas cansado del colegio, o has pasado todo el día hablando tu segundo idioma, se encuentran los tequeños. 

Mi papá los mete en el hornito para simplificar la vida más aún, 

Después que le estiraron todo el dia con el inglés, o me trataron de empujar para que quedara plana cuando me dicen que soy blanca y no califico como persona diversa. O el año que nos tocó aplicar a college, yo siendo la primera de ir a universidad americana, donde me cortaron en tiras largas. Tiras del ancho de un pulgado. Para mandar cada tira a cada universidad, esperando que no los hemos olvidado de nada, y que lo hiciéramos correctamente. 

Suena el hornito.

Mi papi saca los tequeños

Cuatro por cada persona, y uno extra para mi hermana, quien se lo regaló mi mamá. 

Al final, las tiras, largas y flacas, más pequeñas y gruesas, se enrollan. 

Agarro mi tequeño y lo mojo en salsa rosada, y con un solo mordisco sale el queso blanco.

La misma tira se superpone encima ella misma, para envolver un bloque de queso blanco.

El queso blanco no lo traducen a “White Cheese” en los Estados Unidos.

El queso blanco, siempre va a ser, queso blanco.

Mi español se encuentra en los tequeños.

Hecha con las manos de mis papás, consolada en los brazos de mantequilla, empujada, quizás, en esfuerzos de aplanarme, 

Pero al final, enrollando el queso blanco, 

Enrollando las fiestas “porque es sábado”, la familia verdadera y adoptiva, Carlos Vives, 

Y las nochecitas con mi mamá, papá, y hermana, cocinando los tequeños en el hornito para disfrutar mi español, más aún.



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